1. Adelanta 30 minutos el despertador.
Puede parecer un consejo obvio, pero está claro que hace falta motivación para no pulsar el botón de retrasar la alarma y volver a acostarse.
Mi siguiente consejo puede parecer una locura, pero me dio buen resultado. Durante las primeras semanas, ponte ropa de deporte amplia para ir a dormir o coloca tu ropa de deporte y tus zapatillas al pie de la cama. Cuando empiece a sonar la alarma, ponte los calcetines y zapatillas y… ¡al ataque!
Hacer ejercicio en casa o cerca de casa es la mejor manera de empezar, porque elimina cualquier excusa sobre apuntarse al gimnasio o tener que desplazarse a algún sitio. Sin duda, la idea de hacer footing por la playa al amanecer puede sonar bien pero, en realidad, seguramente necesitarás terminar tu sesión de ejercicio lo antes posible.
A medida que tu cuerpo se acostumbra al ajuste de horarios, añade otros 10 minutos para que te dé tiempo a peinarte y a cepillarte los dientes antes de irte.
2. Prepara la ropa deportiva y llévala al trabajo.
Si no eres muy madrugador, opta por el Plan B: un buen paseo a la hora de comer. Planifícalo como si tuvieras cita en el dentista o en la peluquería. Es curioso: ni se nos ocurriría no cortarnos el pelo, pero a menudo descuidamos u olvidamos cuidar la salud.
Si le pides a un compañero de trabajo que te acompañe, tendrás más motivación para no saltarte ninguna sesión.
3. Divide tu entrenamiento en segmentos pequeños.
Si te cuesta sacar 30 minutos, intenta hacer dos o tres minientrenamientos. Está bien ir acumulando el ejercicio a lo largo del día.
Este consejo funciona especialmente bien para las mamás que se quedan en casa con los niños pequeños, porque estar pendiente de un niño durante 10 minutos mientras das saltos y haces un rato de ejercicio es un objetivo realista.
Si te pasas el día sentado en la oficina, procura hacer breves pausas de 10 minutos para estirar o caminar por la oficina. Esto puede mejorar tu nivel de energía y aumentar tu concentración.
Es más fácil conseguir resultados si introduces una actividad en tu día a día en lugar de un hobby.
Cuando decidí dejarme de excusas y saqué tiempo para hacer ejercicio, conseguí progresar rápidamente a una clase regular de spinning. Así dejé de estar pensando siempre en hacer ejercicio y me puse manos a la obra. Además, la gente empezó a alabarme por toda la energía extra que veían en mí.